
¿Por qué el mar es azul? ¿No te lo has preguntado nunca? Pues, por si te ha surgido alguna vez esta pregunta, yo tengo la respuesta en esta historia:
Érase una vez, hace mucho tiempo, la tierra bañada por el mar, como la vemos hoy mismo. Pero entonces el mar no tenía color y desde la superficie se podía ver en la profundidad. Sólo lo habitaban las sirenas que guardaban su tesoro con mucho afán.
En una isla llamada Marina habitaba un príncipe que se hacía nombrar Neptuno. Se trataba de un hombre muy ambicioso y egoísta, y nunca se conformaba con las riquezas que ya poseía. Una mañana soleada en la que el príncipe subió al faro de la isla para contemplar la belleza de su reino, observó desde la lejanía un tesoro que se hallaba en la zona más profunda del mar. Neptuno convocó a sus consejeros para que le recomendaran la manera de hacerse con el tesoro. Uno de ellos le avisó que ese botín estaba protegido por las sirenas, y el que osara acercarse a él sufriría una maldición. El príncipe no hizo caso de sus advertencias y pidió al rey que le proporcionara un ejército y barcos para poder llegar hasta el tesoro.
A la mañana siguiente, Neptuno partía con un numeroso ejército en muchísimas naves hacia donde había visto su objetivo. Cuando se colocaron en la superficie del lugar donde se hallaba el botín, el príncipe dio a cada uno de los tripulantes un traje de buzo y los hizo descender hasta el fondo. Él se quedó en la superficie esperando, hasta que se le apareció la reina de las sirenas llamada Amaral. Ella le dijo:
- Nunca nadie ha osado acercarse a este tesoro y todo el que se ha acercado perjudicado ha quedado. ¡Mira lo que le está pasando a tu ejército!
Neptuno miró al mar y fue testigo del hechizo; sus tripulantes se estaban transformando en unos seres con aletas y sin patas. Entonces Amaral prosiguió:
- A partir de ahora tu ejército pasará a formar parte del mar y les llamaré “peces”.
- Para mí este ejército no tiene valor – dijo Neptuno - , hay mucha más gente del pueblo que me puede servir. Yo soy un príncipe, y, como tal, mi sangre es azul. Yo podré bajar a por mi tesoro y nadie me lo impedirá.
- ¡Quedas avisado de lo que te puede suceder! Y si tu sangre es azul como tú dices… ¡el castigo será mayor!
Entonces Amaral desapareció. Seguidamente, el príncipe cegado por su testarudez y por su ambición, decidió descender al fondo del mar en busca de su botín. Mientras se acercaba veía como las sirenas le abrían el paso. Cuando llegó ante el dichoso tesoro, se dispuso a tocarlo y una luz muy resplandeciente lo cegó durante unos instantes… Al recuperar la visión se dio cuenta que tenía cola de pez y que su sangre había quedado esparcida por todo el mar, de manera que ya no se podía ver a través de él. Desde ese día, Neptuno está eternamente condenado a defender un tesoro que jamás será suyo, y con su sangre azul ocultará los misterios de las profundidades del mar.
¿Ahora ya sabéis por qué el mar es azul?
Érase una vez, hace mucho tiempo, la tierra bañada por el mar, como la vemos hoy mismo. Pero entonces el mar no tenía color y desde la superficie se podía ver en la profundidad. Sólo lo habitaban las sirenas que guardaban su tesoro con mucho afán.
En una isla llamada Marina habitaba un príncipe que se hacía nombrar Neptuno. Se trataba de un hombre muy ambicioso y egoísta, y nunca se conformaba con las riquezas que ya poseía. Una mañana soleada en la que el príncipe subió al faro de la isla para contemplar la belleza de su reino, observó desde la lejanía un tesoro que se hallaba en la zona más profunda del mar. Neptuno convocó a sus consejeros para que le recomendaran la manera de hacerse con el tesoro. Uno de ellos le avisó que ese botín estaba protegido por las sirenas, y el que osara acercarse a él sufriría una maldición. El príncipe no hizo caso de sus advertencias y pidió al rey que le proporcionara un ejército y barcos para poder llegar hasta el tesoro.
A la mañana siguiente, Neptuno partía con un numeroso ejército en muchísimas naves hacia donde había visto su objetivo. Cuando se colocaron en la superficie del lugar donde se hallaba el botín, el príncipe dio a cada uno de los tripulantes un traje de buzo y los hizo descender hasta el fondo. Él se quedó en la superficie esperando, hasta que se le apareció la reina de las sirenas llamada Amaral. Ella le dijo:
- Nunca nadie ha osado acercarse a este tesoro y todo el que se ha acercado perjudicado ha quedado. ¡Mira lo que le está pasando a tu ejército!
Neptuno miró al mar y fue testigo del hechizo; sus tripulantes se estaban transformando en unos seres con aletas y sin patas. Entonces Amaral prosiguió:
- A partir de ahora tu ejército pasará a formar parte del mar y les llamaré “peces”.
- Para mí este ejército no tiene valor – dijo Neptuno - , hay mucha más gente del pueblo que me puede servir. Yo soy un príncipe, y, como tal, mi sangre es azul. Yo podré bajar a por mi tesoro y nadie me lo impedirá.
- ¡Quedas avisado de lo que te puede suceder! Y si tu sangre es azul como tú dices… ¡el castigo será mayor!
Entonces Amaral desapareció. Seguidamente, el príncipe cegado por su testarudez y por su ambición, decidió descender al fondo del mar en busca de su botín. Mientras se acercaba veía como las sirenas le abrían el paso. Cuando llegó ante el dichoso tesoro, se dispuso a tocarlo y una luz muy resplandeciente lo cegó durante unos instantes… Al recuperar la visión se dio cuenta que tenía cola de pez y que su sangre había quedado esparcida por todo el mar, de manera que ya no se podía ver a través de él. Desde ese día, Neptuno está eternamente condenado a defender un tesoro que jamás será suyo, y con su sangre azul ocultará los misterios de las profundidades del mar.
¿Ahora ya sabéis por qué el mar es azul?
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