martes, 21 de agosto de 2007

EL AMOR NUNCA DICHO (basada en hechos reales)


[.En un bosque vivía un elfo que era muy tierno. Salió en busca de setas y conoció a una ninfa muy bella. El elfo nada más verla se enamoró de ella. Era una ninfa muy traviesa, le encantaba jugar a esconderse porque nunca la hallaban y siempre ganaba. Una noche, el elfo le pidió para jugar y ella volvió a ganar. Los dos se divertían mucho, pero el elfo llegó a un punto en el que no podía contener sus emociones. Habló con un amigo y le dijo:
- No puedo más, la voy a besar.
- ¿No ves que no tienes posibilidad? – contestó el amigo – Eres muy chiquitín para ella. ¿En ti cómo se va a fijar? –

El elfo volvió a su casita merodeando por la hierba fría, pensando en ella, reflexionando. Y llegó a una conclusión "lo mejor será no verla más". Pasó un tiempo y la ninfa ya lo echaba de menos. Por las noches, le pedía a los lobos que aullaran y de día, hablaba con las mariposas para que llegaran al vuelo hasta él, pero a pesar de los mensajes no aparecía por ningún rinconcito. Una tarde en la que el elfo paseaba por su caminito preferido, en el que las sombras dibujaban mil formas en su cuerpo, topó con la ninfa y salió corriendo. Corrió, corrió rápido, muy rápido, pero al ser la ninfa más grande, muy pronto lo atrapó.
- ¿A dónde ibas elfo?
- Quería correr.
- Eso está bien, pero no hace falta. Me has ganado y todavía nadie lo había hecho. Sabía que tenías algo especial.
- No soy especial, soy pequeño.
- Y gracioso.
- Pero pequeño.
- ¿Sabes una cosa? No importa lo pequeño que puedas ser, porque dentro de este cuerpecito hay algo muy grande; tu corazón. Y eso es lo importante. ¿Y por que corrías?
- ¿La verdad? Huía de ti.
- ¿Por que? ¿Acaso me tienes miedo?
- No, no. Es algo que prefiero no decir.

El amor de estos dos habitantes del bosque nunca pudo ser, pero no por el tamaño o porque no se quisieran, sino, porque ninguno de los dos se atrevió a decir “te quiero”. Ella lo esperaba de él y él de ella. Y así quedó todo, las palabras sinceras se escondieron por los rincones más insólitos del bosque. El amor perdió y la cobardía ganó el juego . . . ]

miércoles, 1 de agosto de 2007

Ese amor es de locos


Le escuché en silencio porque escupir aquella historia parecía costarle demasiado esfuerzo. La miraba y notaba vergüenza en su mirada, así que le dije si quería apagar la luz. Y así lo hizo; me empezó a contar su historia a oscuras:
Con dieciséis años recordaba cómo de pequeña compartía buenos recuerdos con una de sus mejores amigas; Andrea. Hacían juntas patinaje y en el colegio se pasaban horas y horas hablando, hasta que de repente, sin saber por qué, se separaron. Pasaron los años y nuevamente el destino las volvió a unir. La historia parecía que se repetía, ya que se volvieron a reunir patinando y en el instituto en las horas de patio. Su amistad al principio era fría, pero poco a poco empezó a consolidarse hasta coger una confianza tremenda. Cambiaron de instituto y fueron a parar al mismo sitio. Las dos juntas otra vez en el mismo lugar y momento. Parecía mentira que el destino pudiera tener esa fuerza, una fuerza imparable. La madre de Andrea y su padre comenzaron a salir, así que Andrea y ella a parte de ser amigas, eran como hermanas. De ese modo su relación todavía se fortaleció más; dormían siempre juntas, compartían muchas cenas y comidas. La confianza entre ellas pasó a ser desmesurada. Sin darse cuenta y sin tener ninguna intención acabó enamorándose de Andrea. Su amor pasó a ser obsesión y no sabía qué hacer. Pensaba en las mil posibilidades que tenía y ninguna le convencía; imaginaba en decírselo, pero no. Imaginaba en lanzarse, pero no. La opción que creyó más correcta fue callar su secreto.
Pasaron dos años y fue mayor de edad, pero todo seguía igual. No sabía cómo sacarse a Andrea de la cabeza ni tampoco cómo actuar con ella. Ese amor, esa obsesión, se le había convertido en dolor. Un dolor que parece clavársele cómo una espina en un corazón. Un corazón que no es capaz de olvidarla, que la ama sin cesar. Y todavía a día de hoy, la ama, la ama con todas sus fuerzas, la ama con locura. Y yo intento ayudarla escuchándola, charlando, pero aún así, ese amor es de locos.